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- Claro, él dijo que le pondría inyección y mafiana lo llevaría a Quito para atenderle. Pero el enfenno no aguantó. - Fue desgracia, padrecito, era un muchacho bien trabajador y no tomaba. De repente no más. ¡Ahí se acabó, con treinta años! Arrecian los gemidos de los presentes. Este hombre lleva 24 horas en un centro médico teóricamente atendido por dos doctores. Ni siquiera ha sido desvestido; la cama no tiene sábanas, aunque lo envuelven sus propios vómitos. Sobre el cadáver cuelga una botella que podría ser de suero, otra, vacía, sucia de sangre, está sobre la cama. Suspendida en el agrio aire de la estancia la sensación enrarecida de lamuerte presente. Los ojos del muerto se van entreabriendo, el rostro se afila más y palidece. Rezamos por él. - ¿Cuándo lo vio el doctor por última vez? - En la noche fue. El doctor salió invitado a tomar, cuando regresó le suplicamos porque mi hennano se paraba en la cama por los dolores y botaba bastantes líquidos. El doctor quiso ponerle otra botellita con inyección pero no se la pudo prender en la vena; mejor se fue a donnir. - ¿Estaba chumado el doctor? Miran al suelo, se incomodan por la pregunta, musitan: - Sí, padrecito. - Vea usted, señor guardia, qué se puede hacer. Asesinan a este muchacho y ya ve la atención médica recibida. - Es malo el trago, padre, de ahí vienen las peleas. De gana estamos fregando a este guardia que desaparece al punto. Pues en el Oriente campan dos leyes: la del Talión y la plata. El asesino podrá pavonearse impunemente de ser macho, hará como en el viejo oeste una nueva muesca en el mango de su machete, e irá a por otro hasta que encuentre enemigo de su talla. Por otra parte los familiares del difunto vanamente tratarían de reunir la plata necesaria (40.000 sucres, una fortuna) para interesar a un abogado; si eso ocurriera les esperarían nuevos sangrones cada vez que una autoridad interviniera en el caso. Un 8

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