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CON EL TIEMPO Y UNA CAÑA Cierto sabio chino aconsejó no regalar el pez sino enseñar a pescar. Aunque se hable tanto de rasgos mongoloides entre estos indios, acá no hay chinos; al parecer ni siquiera quedaron parientes. Al runa le gusta pescar yno hay cosa necesaria que no sepa hacerla por sí mismo; esa sabiduría tanto como la de no desear sino cuanto esté a su alcance los hizo suficientes y quizá dichosos. Nunca había yo conocido personas alas que pudiera llamarse con más propiedad libres. Pero ahora han de enfrentarse al más formidable desafío a su libertad: la civilización de los derechos humanos. En pocas palabras equivale a: dejar lo concreto para vagar enlos conceptos. Tendránhambre y les darán preciosos planes desarrollistas. Fuera de su ambiente el indio se toma tan poco avispado como el pez en la arena, abrirá la boca más para bostezar que para decir palabra, mirará sin ver; cualquiera que lo observe lo tendrá por torpe. Los de Pompeya me piden un consejo para arponear ese escurridizo paiche de las compañías petroleras; también ellos quisieran pescar en esas aguas aceitosas del negocio nacional. Pero ése no es su río o sus lagunas, ahf las artes de navegar son otras, desconocidas y tan abstractas como el mismo lenguaje de sus dueños. ¿Qué puede hacer alguien ante una situación inédita, sin la información suficiente o la clave precisa para poder interpretarla? Me duele comprobarlo. Este hábil pescador, instin– tivo captor de cualquier presa, abandona ahora la caña, renuncia apescar por símismo y tiende la mano para solicitar un pez, una espina, una nada. SOMBRA DEL VIENTO Los indios no estáncerca de lanaturaleza, por supuesto no la defienden o se sienten parte de ella; más aún, ni siquiera saben de su existencia. He aquí el hombre a quien el árbol no deja ver el bosque, un bosque que 97

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