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Está de más afinnar que a los restantes vivos en el contorno de Coca no les cabía el alma en el cuerpo. Oyéndole a Dabo no alcanzo a comprender cuál de estos dos motivos, limpiar de invasores sus tierras o robarles las herramientas (hachas, machetes) y los adornos (chaquiras), les impelía con mayor tesón a sus acciones guerreras. Para ellos 1964 fue un afio al mismo tiempo épico y nefasto; acabaron al menos con 6 cohuori y una vaca, pero Ñihua fue abatido por un disparo de carabina, su hija Oncaye resultó herida y hecha prisionera, otra hermana de ella, Minaye, tambiénmurió. "No entendíamos lo que sucedía con las carabinas. Veíamos al cohuori echarse un palo al hombro enseguida sonaba fuerte y salía humo; nos quedábamos ahí mismo, inmóviles. ¿Qué pasaba? De pronto mi papá se encontró con un hueco en la espalda por donde se le iba la vida, cayó al suelo y no podía caminar. ¡Váyanse!, nos dijo, yo me voy a morir. Corran y no se dejen atrapar". Dabo está muy serio mientras recuerda ese lance y me hace repetir hasta tres veces el entierro de su papá; parece un punto muy importante para él. "¿No le cortaron la cabeza?, ¿enterraron el cuerpo entero?, ¿seguro que está ahí, en esa tierra?, ¿su hermana también fue enterrada?" "Si hubiéramos sabido manejar las carabinas acabábamos con los cohuori; pasábamos el tiempo vigilándoles y ellos ni siquiera se enteraban. Cuando nos perseguían esperaban al amanecer, por la noche no se atrevían; tampoco les gustaba caminar por el monte si no tenían trochas. Ellos utilizaban perros pero nosotros poníamos ortigas ennuestras huellas ortigas y espinos de fonna que los animales se apartaban de allí y se perdían". Recuerda los detalles con gran precisión a pesar del tiempo transcurri– do y el destrozo que los blancos o runas hicieron en su selva. "Uno de los muertos venía de cacería trayendo monos, lo maté bajo estos yutsos - aclara, señalando lo que ahora es garitamilitar; la mujer limpiaba yuca en su chacra y le quité el machete; aquel otro tiraba los moretes con un hacha..." Sin embargo, no puede uno confiarse cuando se trata de números, una asignatura nueva para él. Cuando le pregunto si su casa del Tiputini era grande, responde sin vacilar "Sí, ¡tenía 20 kilómetros!". 96

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