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comprar unas botellas de trago y llamaron a un brujo. Este resultó de índole más bien esponjosa, se metió entre pecho y espalda varias bote– llitas y quedó con un ciego tal que se le confundían las ondas y no lograba distinguir pelo de pluma. En cuanto recuperó la vertical el brujo escurrió la bola dejando a los de intelígencia a culo pajarero y a las Escolapias poniendo una vela a Sta. Rita. UN GUERRERO Los huaorani fueron un pueblo de famosos guerreros cuyas lanzas resultaban un eficadísimo control demográfico tanto para los vecinos como para los distintos grupos de su propia nación. Como a todo hay que buscarle su lado bueno señalaré al menos una ventaja: entre ellos pocos morían por enfermedad y la vejez les traía sin mayores cuidados. Entre la galería mayor de sus bravos destacó Ñihua por su gusto en ejercitarse como lancero. Segúnme cuenta su hijo Dabo, cumplía de largo con dos de las cualidades imprescindibles a todo huao que se precie: ante todo fabricaba sus lanzas con gran pericia y belleza, después las clavaba con reconocida determinación, bien hondo. Por supuesto, todo eso no lo consiguió sin practicar mucho; la letra con sangre entra. Allá por los primeros 60, cuando algún misionero capuchino y un reducido grupo de runas ponían las primeras estacas en Coca, Ñihua tuvo ocasión de ejercitar su habilidad. Sometió a sus jóvenes hijos a un entrenamiento espartano obligándoles a fatigosas travesías por la selva sin otro alimento que la propia voluntad, sin más líquido que su valor. Dabo lo recuerda muy bien, "así nos hizo fuertes y nadie era capaz de sorprendemos, ni tampoco de atrapamos en una persecución; cuando comíamos era sin sal, esa carne damucha energía". Después de eso el clan de Ñihua, enbuena annonía, eliminaron almenos a 12 enemigos runas, eso sin querer contar a los heridos, ni a ciertas vacas de la Misión, víctimas propiciatorias cuando los bravos no habían dado con presa de más interés. 95

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