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Como es obvio el mejor antídoto contra la muerte es la vida, el truco está en no perderla sino hacerla variable, creíble, sin fin. Esta mujer de barro restaurado poseyó esa fórmula no filosofal sino vital, por ello se aderezó con esmero para el tránsito a una fiesta. Entre sus adornos ninguno tan esplendoroso y sorprendente como el dibujado por sus labios, la sonrisa omagua. Sólo comparable, en mi recuerdo, a otra sonrisa igual de imposible y evidente, absurda y plena, la de Alejandro traspasado por las lanzas. Otro rostro terminal de luna llena. LA VIDA QUE LOS BRUJOS COMEN Ahora les cuento dos pequefias historias de brujos. En quichua su nombre es yachac, literalmente 'el que sabe'. Pues aguzó sus percepciones con el entrenamiento y la droga para ver, más allá de las apariencias, el tinglado de los hilos quemuevenlas vidas. Tiene comunicacióndirectacon los supai (espíritus o diablos, los hay de todo linaje y calafia), auténticos mufiidores de los títeres omáscaras o personas que cada uno de nosotros somos. Tal poder hace del yachac alguien tan poderoso como para tener en sus manos nuestras vidas. Cicame recogió la pesarosa frase de una anciana runa: algún día encontraremos la vida que los brujos comen. Pues bien, recojo ahora dos ejemplos sobre el tema. Ni son espectacu– lares, ni complejos: les privo además de todas las palabras quichuas más técnicas para facilitar la lectura. Sirvan tan sólo como una sensación, un atisbo de lo que un pueblo como éste entiende por sabiduría. El primer narrador realiza un esfuerzo muy peculiar por explicar su mundo secreto con palabras asequibles para un blanco 1 • Antonio Cerda, mi vecino de la chicta pompeyana, cuenta un milagro runa con la naturalidad de un biógrafo del marqués de Peralta, el muy beato. 1 Este caso resumido del libro de Blanca Muratorio: Rucuyaya Alonso y la historia social y económica del alto Napo 1850-1950, Quito, 1987. 91

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