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que cargaban herramientas. Fueron temidos hasta que ese mismo pánico annó contra ellos las varias expediciones de castigo que los aniquilaron. Desde los inicios del XIX no se tienenmás noticias de unos y otros, si bien sobreviven en algunos topónimos, en la sangre india de los actuales naporunas, dentro de las leyendas o mitos residuales de hoy, en fin, en el interior de la piadosa tierra que acuna sus crisálidas decoradas con fe. Cocamas y cocamillas peruanos dan fe, todavía en la actualidad, del esplendoroso pasado de una nación pujante y desgraciada. 6. Observemos esta máscara lunar por última vez. Máscara-persona funeraria y, por ello, alegre. Entre los rayos solares su sonrisa destella luminosa. "Este hombre tan dado a los placeres más groseros recibe la muerte sin inmutarse. Muere como ha vivido, sin inquietudes, sin remor– dimientos de conciencia, sin terror ninguno" (Franr;ois Pierre dixit). De nuevo el desenfoque cultural etnocentrista; quizá sólo se aproxime a la verdad su última apreciación. En efecto, incluso hoy los indios aceptan su propia muerte sin asomo de pánico. Nunca he conocido un moribundo desesperado, aunque no dejemos de anotar la oportuna observación del dominico citado, "no obstante, si la muerte lo halla personalmente insensible a su propia suerte, no le encuentra lo mismo cuando le arrebata a uno de los suyos, entonces se sumerge en un dolor profundo, con tal abatimiento que es imposible levantarlo". ¿Cómo se le puede arrebatar el aguijón a la muerte hasta el punto de hacerla casi aceptable? Está el cinismo, por supuesto; lleno de variados componentes, producto intelectual o de la miseria, ¿recuerdan la conocida foto del mexicano ante el paredón de fusilamiento en los tiempos de sus guerras cristeras? ... manos en los bolsillos, labios curvados en una sonrisa desafiante y sosteniendo un cigarrillo que, ¡lástima!, no va a tenninar... De otro lado el estoicismo de quien asume de frente el sinsentido de la vida, su absurdo azar, consigue de gentes como Séneca una conversación final amable, quizá salpicada de bromas. Pone al mal tiempo buena cara. Y están esas fisonomías, algo redichas, de algunos mártires cristianos cuando se ofrecen de aperitivo a los leones o las vírgenes que sostienen en una bandeja sus propios pechos como quien ofrece tarta helada. Parece demasiado. 90

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