BCCCAP00000000000000000001194

el bosque con las heridas abiertas? A veces las líneas o carreteras enemigas vuelven a ser reconquistadas por la terquedad de la vegetación o los avances del agua. En otras, ésos que ahora parecen diminutos granos o erosiones se reproducen vertiginosamente en una metástasis fatal acelerada con todos los síntomas de la colonización rampante. Llevamos casi una hora de vuelo, ya hace rato cruzamos la imaginaria línea provincial con Pastaza. ¿Se puede distinguir todavía a orillas del Tigüino el remontado claro donde cayeron Inés y Alejandro? Hemos creído verlo, pero no se puede asegurar la identificación. Recuerdo ese episodio, los misioneros intentando una delegación de paz cuando esta– ban, a su pesar, demasiado implicados a ojos de los huaorani. Pues esta guerra es tan primitiva que no admite neutralidad. Desde el Cononaco cruzamos una densa selva en busca del Cachiyacu, por el momento ha desaparecido cualquier punto de orientación; el piloto se confía en el rumbo de sus mapas o manipula un artefacto electrónico "como el que utilizaban los pilotos en la guerra del golfo Pérsico" (rezo para que no se refiera a los creyentes de Hussein). Apenas se mueve la avioneta como no sea en pequeños vaivenes, acaso para recordarnos la fragilidad y, al mismo tiempo, la felicidad del vuelo. "Todo en el aire es pájaro" dijo un poeta fascinado. Volamos a escasa altura admirando la explosión amarilla de los guayacanes, o la luz roja, malva, naranja, de otros árboles en flor. Un águila harpía aletea desesperada ante nuestra presencia mientras surge de la copa amplísima de una samona el abanico multicolor de la bandada de guacamayos rojos, verdes, amarillos. Es un instante mágico, el tiempo se detiene por la belleza... - ¡Ahí están! En efecto, la casa tagaeri se alz~ en lo alto de una loma junto al Cachiyacu. Es nueva, tiene el patio limpio y en sus alrededores contamos hasta ocho chacras. Algunas bien trabajadas, con la yuca en crecimiento, otras medio remontadas en plena explotación. Se ven las sendas, todo nos indica que siguen vivos, aunque ninguno asoma. Giramos tres veces en círculos amplios. El Cucaray centellea muy cerca, demasiado para no advertir el asedio en el que viven estos últimos guerrilleros de la libertad. 82

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz