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Nunca son los ríos tan débiles como en el estío. Con su característica precisión india, ayer me llegó la denuncia de un secoya dirigida a las autoridades (in)competentes, "el día 4 de febrero, a las seis ymedia de la tarde, los pescados blanqueaban a orillas del Shushufindi. Aguas arriba los colonos pescan con venenos. Igual ocurrió el año pasado en el Orahueayá... ". No le hará caso el jefe político de Shushufindi, ni tampoco el presidente del municipio, ni el lucero del alba. Ya digo, menos mal que el Presidente está perorando enManaos; le acompañan los de Fundación Naturayuna comitivadonde lucen losmás condecorados ecologistas. Acá a los colonos, si les acusan de envenenar los ríos, responderán, ¿acaso serán suyos? ¿Y qué dirá el jefe de la agroindustria de palma africana cuando desagua alos escuálidos caudales toneladas de detritus orgánicos capaces de asfixiar cualquier torrente? Por su lado los de Petroecuador afirmarán a quien quiera oírles que la fuga petrolera fue un lamentable error sin importancia y pondrán a los campesinos a trabajar desnudos en el crudo vertido (un día, un dólar). ¿Acaso tienen alguna explicación las tupidas redes enlalagunaTaracoa, la dinamita que abiertamente se vende en Coca para reventar los ríos bajos, el barbasco en las quebradas moribundas de ltaya? No la tienen, son imágenes sin palabras, aquí estamos en el reino de los hechos; primero actuar, luego pensar. Por el contrario, enManaos los discursos serán invernales, caudalosos, lo mismo que los desfiles, la música o las promesas políticas (se acercan las elecciones) hoy en Coca. Los militares desfilaban por sus calles sin cesar, heroicos, dispuestos a ofrendar sus vidas en cualquiera guerra inexistente; ajenos al mismo tiempo, desinteresados, de esta pelea terrible de la selva. Si nos alejamos de la carretera disminuyen los estragos de la batalla, sin embargo no desaparecen para un ojo atento. Ahora no se trata de un frente abierto, sinode escaramuzas. Esas líneas con el verdor joven de los arbustos sin grandes árboles, estos claros de vegetación derrumbada y queriendo retoñar, son las cicatrices no cerradas de la agresión petrolera. Líneas sísmicas, helipuertos, campamentos abandonados. En la bocana del Shirupuno sobrevolamos un asentamiento antiguo de la CGG francesa acaparado ahora por un huao, Caruhe y su clan. ¿Podrá hacer otro tanto 81

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