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1992 PAISAJE EN LA BATALLA Si Vds. hubieran volado con nosotros (Mons. Sádaba, Lino, el capitán Ruales y yo) esta mañana radiante del 12 de febrero, habrían podido testificar, a vuelo de pájaro, sobre el ignominioso rostro de la guerra. Hoy, día del Oriente ecuatoriano, celebración del descubrimiento del Amazo– nas, efemérides sellada por la mayoría de presidentes de la región con un pacto enManaos; en fin, este día de fastos o cohetería varia, en el país que ha sido, es y será amazónico, pudimos comprobar por qué Ecuador es la nación que, desde un punto de vista proporcional, más rápidamente destruye su cuenca amazónica. Íbamos en busca de los tagaeri, ese pufiado de hombres libres, con una historia hecha a medida de sus enemigos, por tanto caricaturizada. En la última publicación ecuatoriana escrita sobre su pueblo, se les llama "náufragos verdes", lo cual es una amable imagen menos ofensiva y desacertada que otras. Pero yo no creo en su condición de náufragos, no han sido arrojados al mar desconocido de la selva, sino que todavía mantienen su territorio. Eso sí, cada vezmás exiguo, cercado, amenazado. Desde el reducido vientre de esta avioneta, tan ingrávida al parecer como una mariposa, se puede contemplar no ya la selva sino más bien un horizonte de batalla donde actúan muy diversos ejércitos invasores contra la guerrilla terminal de los tagaeri y su mundo, el bosque. Cuando despegamos del aeropuerto de Coca quedaron en tierra cuatro aviones: el Icaro, aparato de alquiler de los ejecutivos petroleros; un extrafio avioncito militar de bandera norteamericana que traía una dele– gación médica castrense; otros dos bimotores de pasajeros, el exclusivo 79

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