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El anciano se mantiene inmóvil, se ríe muy suavemente y al fin susura: - ¿Qué juego será ése? No puedo entenderlo. YO, NICODEMO Casi todos estos runas entienden el español y la mayoríalo hablan. Pero su palabra es quichua. Todo lo demás son ecos o tal vez traducciones. En el principio era la palabra, por ella se hizo todo. La palabra era Dios. Así están narrados los comienzos. En lapalabra estaba la vida. No sólo la gramática o el lenguage, sino la vida. Quienes la oyeron y entendieron, vivirán la verdad de los runas; quienes no, permanecerán en oscuridad. Caminando como ciegos, tanteando. De forma que todos los éxodos de una a otra cultura de primeras han sidopoco apetecibles; seguramente largos ycon años de travesíapor algún desierto. El caminante vuelve con demasiada frecuencia la vista atrás y se atreve aañorar sin rebozo los ajos ylas ollas rebosantes de supueblo. Pues hay que volver a la niñez -paraíso perdido- y aprender, uno a uno, los nombres nuevos de las cosas. - ¿Cómo podré entrar de nuevo en el vientre de mi madre para nacer, dijo el confundido Nicodemo. -Pues si no mueres ati mismo y entras enel seno de barro indígenapara balbucear de nuevo las palabras, no conocerás la vida. Pienso en esto y me siento muy solidario con la zozobra del judío. 6
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