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ROGELIO TANGOY Los años que tenga no es algo que se haya preocupado en contar, en todo caso Rogelio puede ver la espalda de las cosas. La vida para él es en cadamomento ]111 presente conunlargo fondo depasado. Aveces leparece estar dando la última vuelta del río... - ¿Quién sabe que habrá detrás?; todavía no puedo verlo, pero será corno empezar de nuevo. Sin embargo, a ojos cerrados puede ver, de punta a punta, el paciente río de su edad. Los recuerdos son los pájaros de la memoria, o quizá se abren corno granos de guaba a un tiempo dulces y duros para saborear. Su papá fue traído de Quijos para el negocio del caucho, vivió por el Curaray; fueron años duros de verdad. No hubo otra ley que la del patrón y la vida de un cristiano valía parejo con la del buriquima (pájaro carpintero). Además a cada rato asomaban los aucas yerapenoso trabajar con la balata, pendiente al mismo tiempo de no ser alanceado corno sajino. No habla de gana; aquella· pelea fue larga y generosa en cadáv~res de uno y otro bando. Oaro, los aucas llevaban las de perder pero a pesar de todo aparecían a cada momento sin importarles sus bajas. Gente brava, decía mi papá, no se rajaba por nada. Un día tenninó la pesadilla del caucho y así pudieron nacer Rogelio y sushennanos -se ríe-, ya en el Aguarico, un río solitario porentonces. (Eso sería hacia 1930). - Más tarde nos cayó esa pendejada de la guerra. Sí, la del 41. De eso puedo contarle hastaque se acabe la leíía del hogar. Fíjese quemi papá fue oficial, gastó temo con galones. ¿No se lo cree?, pues fue asírnisrno. Le dierongrado porquenecesitabangentepráctica. ¿Nove que los soldaditos, pobrecitos serranos, no sabían por dónde amanecía? Les mandaban parar casas y las hacía de rnorete, o peor, de guarurno; se les desbarataban ahí mismo. No sabíanhacercanoaonavegar, ni tampoco carninarporla selva. Aquí eran guaguas y no soldados. Mi papá les enseííaba corno a niííos. Aquello no duró mucho pero los gallinazos vivieron gordos, las gentes 70