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tales conocimientos sobre la cuestión y los habrán sistematizado de modo que pueden hablar sin rebozo de "filosofía". Después oigo perorar al asesor seflalando con soltura ríos y fronteras sobre un pequeño mapa. Mi sorpresa se acentúa. - ¿Me permite una observación, ingeniero? - ¡Cómo no! - Parece que hay un pequeño error con el mapa. Éste es de Morona Santiago, pero los huaorani viven al norte del río Curaray. No aparece aquí siquiera. - ¿Ah, sí?, ¡qué contrariedad! Pues no vamos a tener el mapa preciso. Vea, Padre, los funcionarios del régimen anterior se fueron saqueando los archivos. Nosotros encontramos los muebles solamente. Por eso pedimos su colaboración, háganos ese gran favor. Tráiganos mapas, fotografías, información, cualquier clase de datos sobre el área. Eso nos ayudará muchísimo para resolver con rapidez este contencioso. - Así es -corrobora el Subsecretario con rostro de Buda insomne-, tenemos la voluntad política de terminar con el problema. - Pero ya hemos dado muchas veces esta información. Incluso hace unos meses llevamos aFundaciónNatura un conjunto de mapas estudian– do la evolución histórica del territorio huaorani. ¿Llegó hasta Vds? Los dos altos funcionarios se miran con alarma no exenta de malestar. -¿Cómo hizo Vd. semejante cosa?, ¿no sabe que esa institución no hace sino aprovechar los informes ajenos para conseguir negociados particu– lares? Así, con datos de primera mano ellos recaban no sé cuánta ayuda internacional presentándose como ecologistas. Pero nunca van a resolver su problema. - Sí, creo que se equivocó de lugar, Padre. Traiga la información a este despacho porque sólo nosotros somos ejecutivos. Hago mutis agradecido, caminando con cuidado, pues ahora tengo la certeza de haber estado en el túnel del tiempo. He oído lasmismas palabras que arrullaron aAlejandro en 1977, no han cambiado un ápice. Ya lo dijo 63
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