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cofanes quienes los bautizaron despectivamente como salvajes, tetetes. Ahora quiero recoger el testimonio del viejo quichua Rogelio Tangoy: - En 1947, cuando trabajaba en la Compañía, hicimos pasar la trocha de exploración al lado de un gran poblado de tetetes. Recuerdo que la paja de los tejados bajaba hasta el suelo y las casas eran grandes, llenas de hamacas y fuegos. Porfuera habíaun cercado de palos de chonta clavados en el suelo. Casi no se dejaban ver y nunca intentaron matamos, sólo querían robarlas cosas pero como también nosotros éramos muchos no les dejábamos. Hombres ymujeres vestían sólo una faldita de llanchama. Eso era por arriba, entre el Cuyabeno y el S. Miguel. Ahora hicieron por ahí carretera y está lleno de colonos. ¿A dónde iría esa gente? Ya no se les ha visto, para mí que se acabaron. VAMOS ACONTAR VERDADES Dedicidamente el guarapo desató la lengua y los recuerdos de Lucas Yata. Nos acogió en su casa junto a este Aguarico furioso que arrastra impresionantes palizadas; los diablos se adueñ.aron del río que gira en remolinos volteando árboles y espuma. No cesa de llover. Cuando llegamos, Lucas hablaba un quichua-español de complicada intelección pero, ya digo, el guarapo fue Pentecostés. Ahorapodría contarfluidamente sus historias en variadas lenguas. De todas formas guardemos una prudente distancia pues sabido es que nunca dice el hombre verdades tan adornadas como en la política, en la cama o mientras habla de caza. Este coincide con otros ancianos indígenas al recordar la abundancia de tigres de toda clase que poblaban hasta hace poco esta región huérfana casi de presencia humana. Sus rugidos estremecían las noches como relámpagos. Algunos indígenas enfrentaban las fieras con lanza y no era seguro el desenlace de tal pelea; muchos cazadores no disfrutaban de la 56
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