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misma divinidad en tenninar el mundo. En el caso que nos ocupa, bastaron los suavísimos reflejos azulados de su piel para que los tigres del río estuvieran definitivamente sentenciados. Casi todos pasaron de estas aguas a mejor vida y sólo seguirán presentes en el rumor de las leyendas. Cuando el mestizo que ejerce de guía turístico por el Yasuní muestra el triste trofeo de esa piel de león, se equivoca. - A los tiempos que pude ver uno, para mí se tenninaron. Este dormía en una playita y alcancé a matarlo para que los gringos tomaran sus fotografías. Así les gusta. Pero ésos no son despojos de león marino sino de nutria, otra especie ala que la insensatez humana quiere proteger en criaderos, museos o libros faunísticos tras eliminarla de sus dominios. Y todo esto sucede en una Reserva inviolable: el Parte Nacional de Yasuní. TODA LA VIDA O NADA Aunque la muchacha tiene toda la pantorrilla y parte del muslo podridos por la mordedura de la pitalala, sus papás niegan el traslado a Quito. - Allí le han de mochar la pierna, ¿cómo va a vivir así? Si Dios quiere se curará aquí, en Quito siempre les cortan. Eso no es curar. En esas palabras está expresando el runa un sentimiento del fondo de su vida. La sociedad blanca se puebla de multitud de tarados a quienes su ciencia amputa para sanar; eso no es posible en la selva donde la vida es una brava pelea en la que sobreviven los más aptos. Si la esposa ha de limpiar la chacra, cuidar los animales, los hijos y, en fin, trabajar tan rigurosamente, ¿quién desposaría una muchacha coja? Cuando recurren al brujo dejando a un lado la medicina occidental, 49
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