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- Ahora voy a esperar a su hermano, quiero conversar con él. Saiyi (me voy). Descendió de la casa. Su mamá cavaba la sepultura bajo el piso de chonta; los golpes en la greda roja ponían ritmo ala reanudada canción del viejo que hablaba de conocer una nueva tierra donde cazar y vivir sin sobresaltos. Celestino remó en la canoa río abajo hasta la chacra donde trabajaba su hermano. No estaba allí, seguramente andaría por el monte cazando. Cuando regresó a su casa la noche ya quería echarse sobre la selva, sólo el río guardaba un poquito de luz. Su papá le dijo: - De todas formas, esperaré a su hermano. Sin embargo, esa noche no apareció el muchacho. Por su parte el viejo no cantó más, ni siquiera habló. Permanecía con los ojos cerrados, su hamaca se mantuvo inmóvil. De igual manera que las anacondas se aíslan del tiempo sobre las playas calientes y viven sólo hacia dentro. Pasaron muchas horas. A media tarde del día siguiente llegó el hijo. Su mamá le mandó también prepararse, subir después a la casa. Poco rato estuvo allí y descendió donde la sepultura ya terminada. Parecía que le faltaba el aliento. - Me estuvo aconsejando, luego me mandó salir. Dijo que volvamos todos en un ratito. Así lo hicieron. "Ya no está" murmuró la mamá al entrar. Había muerto. Descendieroncon el cuerpo enla hamaca y la tensaron dentro de la tumba. La esposa preparó algunos pilches con comidas y los colocó dentro a la mano del cadáver. En ese momento empezó a cantar muy suavemente, casi sin lágrimas, después más y más fuerte, la canción de la vida de su esposo. Más tarde los hijos pusieron sobre la hamaca un techado de pambil y enseguida lo cubrieron con tierra. Bebieron junto a la sepultura toda la noche sintiendo cómo el espíritu del viejo caminaba por la casa y, a veces, se deteníajunto aellos. Quería seguir allí porun tiempo. Al amanecer recogieron sus cosas y embarcaron río abajo. 41

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