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indígenas hablan de la vida como de una noria donde volvemos a dar con lo que fuimos; las horas se plagian a símismas. Duele pensarque todo está escrito y poco hay que inventar en los días de los hombres. "¿Quién tiene turbia la mirada?", se maliciaba el sabio. Pues, por ejemplo, este rucu runa que sale ya en la anochecida de brindar con los compadres. Tiene que cruzar la cancha de fútbol hasta su casa y sortear tan sólo un obstáculo. Esemango copudo yestéril. Al llegar a sus cercanías el anciano se detiene vacilando, le mira fijamente y retrocede algunos pasos tratando de encontrar salida a semejante bosque. Calcula detenidamente el rumbo preciso y arranca. Indefectiblemente, atraído acaso porunamisteriosa fuerza, choca contra elmango ycae. Pero no se enfurece. Lleno de sabiduña ancestral, menea la cabeza y espontá– neamente añade una sentencia al Eclesiástico: - ¡Así es la vida del hombre! -dice tratando de incorporarse. 28

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