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Presidente. Allí se aposentaron los brujos, tan escasos de alimento como opulentos de ayahuasca. Bailaban, cantaban, desafiaban al trueno y a la tormenta a caer sobre ellos. Cuando eso ocurriera estaban preparados para dominar la ira del rayo y hacerlo estallar sobre el culpable. A estas alturas de la trama el misionero casualmente supo del intento de magnificio. También se enteró de la retirada de los brujos, agotados y confundidos sin conseguir su propósito. - Es un hombre bien escondido, apenas pudimos verle un ratito. - La tormenta no se presentaba en ese rato y luego el rayo no quería penetrar en su casa. - Tienen un palo de fierro en el tejado de esa casa, eso asusta al rayo. -No -les dijo el misionero-, ese palo se traga los rayos y los entierra sin que hagan daño. - Será -dijo el brujo. Ese hombre estaba bien protegido. Los blancos tienen el cuero duro, será difícil detenerles. Los cuatro regresaron a sus quebradas muy preocupados y aún no dieron con la chontapala precisa para el caso. ELLOS SE LLAMAN HUAORANI Es decir, gente; en contraposición a todos los demás que somos "cohuori", extraños, invasores, adversarios. Los huaorani nos ven llegar con tanta curiosidad como la que nosotros llevamos. A Inés y Laura, viejas conocidas, las mujeres sobre todo las reciben alborozadas. Poco a poco alguno que me conoce va presentándo– me a los otros. Caí se acerca y acaricia el vello de mis brazos y pecho, después la barba. - Eres viejo -dice. - ¿Por qué lo dices? -pregunto sorprendido. - Sólo viejos tienen ahí pelo. 21
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