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Acaso nos queda todavía capacidad para admirar esa forma de ser hombre, incluso observamos en ello aspectos envidiables, pero la imita– ción es imposible. Femando parecehabermuerto en el umbral del paraíso, ese jardín terrible y doloroso que se llamó selva amazónica; nosotros hemos sido expulsados de él, es decir, lo estamos destruyendo. Nos tragamos la manzana, comimos sin tasa, creímos tener el secreto de la ciencia del bien y del mal, quisimos enmendar la plana a los dioses. Pero eso ya está dicho en el mito amazónico: cuando los supai (diablos) se propusieron suplantar a Dios aparecieron todas las desgracias, querían hacerhombres yles salíanmui'iecos, pensaroncrearárboles nuevos... yles salieron todas las plagas. La luna recorre los caminos del mundo, reemplaza la dureza del sol, protege las plantas: prepara las lluvias, observa a los hombres, despliega la acción de los espíritus por la selva. Recuerdo aFemando en una noche de gran luna en el Aguarico, él permanecía en silencio y yo pude admirar los olores y sonidos de su hermoso mundo. ';;} ' ' .. ?'.t::.:' . . '• •. .á.1 ; ' ;..., ' \. •:--r .~~ (. t . •:. ,_,.,. \ 1 .. - . -:"\ ~ Le.-,._ 156
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