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centro una islamovediza, el viento gime aveces yarrastra las canoas hacia el fondo del agua donde los tetetes viven aún y surcan en sus fantasmales quillas las profundidades oscuras. Pero Femando es un patriarca bondadoso y, como todos ellos, tenía su preferido; asf que tuvo tiempo de llamar a su nieto querido Jacob (su nombre actual: Jorge Lucitande). - ¿Piensa usted permanecer en este pueblo sin abandonarlo? - Sí, abuelito, -contestó el flamante director del colegio secoya-, quiero estar acá toda mi vida. - Entonces el pueblo no será destruido sino que sea habitado porusted y sus hijos; vivan en paz -dijo trabajosamente el patriarca, pues sentía ya cómo un viento interior aventaba sus ideas o palabras como arena. Pero recuerden esta advertencia: no hagan caso de los malos hechiceros u otras gentes engañadoras que usarán mi nombre para decir que yo he matado a otros o causado desgracias. Hacen eso para ocultar sus propias maldades. Estas palabras corrieron de casa en casa devolviendo en buena parte la tranquilidad a las gentes de SanPablo; también se comentaron otras del anciano dichas no sin melancolía: - Voy a morir como uno cualquiera sin utilizar mis poderes; no voy a profetizar diciendo: esto sucederá; tampoco haré prodigios ni males. Su hermana Joaquina, enternecida, acarició el pecho del bebedor como ayudándole en su trabajosa respiración, iba también a ungirle con algún aceite o mirra (que los secoyas llaman nunf), pero el moribundo rechazó el gesto. - ¡No me toque y lávese enseguida la mano! Asf terminó, señor de su vida y sus actos hasta el fin, rodeado de su prole, pero manteniendo las distancias, pues la muerte para un bebedor es un negocio solitario. - Nos ha quedado la inquietud de sus últimas palabras -me escribe Celestino-, ¿por qué prohibió a su hermana tocarle?, ¿sería por no contagiarle su enfermedad o por estar poseído de espíritus de otra naturaleza? 154
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