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1994 ADIÓS AL SANTO BEBEDOR Hace unos afios tuve el gusto y privilegio de recoger, ayudado por sus nietos, algwi destello de la ciencia de un hombre iletrado al par que lleno de sabiduría. Se trataba de Fernando Payaguaje, último bebedor (equiva– lente a curandero, brujo, especialista religioso) entre los secoyas ecuato– rianos. El librito 4 resultante de aquella escucha ha tenido todo el éxito posible entre los lectores blancos y, como era de temer, ninguna repercusión entre los no lectores secoyas; es decir, ha servido exactamente para quienes no pueden alcanzar su significado. Mucho más taxidennista que partero, no hice vivir, más bien disequé en los papeles una experiencia irrepetible, llena del fulgor suicida que suele estar presente en los últimos testigos de las culturas derrotadas por el tiempo. Hamuerto el bebedorde yajé yhe sentidomucho no estar atiempo para su entierro, aunque tengo la alegría de saber cómo fue respetada su voluntad final. Para él era vital, dicho esto con todo su significado, no ser encerrado en un cajón, sino quedar libre en el hueco fértil de la tierra. Adiós, Fernando; crisálida tan frágil como poderosa, sabia igual que efímera. Yo, que no pude comprenderte, siempre te quise. Ahora, si estuviera en mis manos, me gustaría darte siquiera la leve vida de la evocación. 4 El bebedor de yajé, Fernando Payaguaje, Cicame, 1990. 150
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