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realmente de un descubrimiento insospechado, es decir, del contacto con un grupo que ya no son los tagairi? Si fuera así, ¿de quiénes se trata entonces?, ¿de los desconocidos taromena? Algo tenemos en el anzuelo, de momento parece de mucho interés, aunque nunca debe descartarse la desilusión, esto es, acaso no pesquemos sino una botavieja oel tronco carcomido de una leyenda. Pero, por si trata en verdad de sacar un buen pez, démosle antes un poco de ovillo. Sin intentar resumiruna historia tan antigua como la de esteminúsculo pueblo, al menos habría que retener uno de los conterúdos más obsesivos de sus leyendas, la conciencia del liuao de pertenecer a un pueblo antaño más numeroso, urúdo, y propietario de otro territorio bien diferente al actual, seguramentemás al sur. Ahí estánparaverificarlo la saga de Namo Ñama, algo así como el Abraham huao, y una serie interminable de referencias en sus relatos orales. Vean como prueba de ello este canto que he logrado traducir de una antigua grabación hecha por Alejandro al viejo Nampahue cuando éste cantaba: Yo no soy de aquí, vengo de muy lejos. Canto para recordar eso, repito la canción de mis abuelos, pues este canto viene de atrás, lo entonaban los antiguos. Soy de lejos y por eso canto. Los huaorarú son probablemente un pequeño pueblo desplazado de las riberas del Napo o del bajo Curaray por migraciones más poderosas, arrinconados en las lomas de entre ríos, donde la tierra es más dura, trabajosa y estéril. Obligados por tanto a dividir sus poblaciones para poder subsistir, pues no eraposiblemantener pueblos numerosos como en las tierras ricas de la ribera; forzados a una existencia seminómada, condenados a las peleas internas de la sobrevivencia, asediados por los sucesivos conquistadores foráneos de la selva... Sin duda hay algo de historia -sin descontar la añoranza de todo pueblo al paraíso situado siempre enel pasado- enesos relatos donde senos cuentala fragmentación 144

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