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vale no volver. Esa noche Josefme llamó en varias ocasiones a Quito y le aconsejé que pidiera también el helicóptero para regresar con el cadáver. Llegar con un regalo semejante no es lamejor tarjeta de presentación ante los huaorani, yo estaba algo preocupado yprometí hacer lo imposible para acudir a la mafl.ana siguiente por si podía ayudar en algo. No fue sencillo, aunque casi lo conseguí; sin embargo al llegar a la Brigada militar el helicóptero funerario partía hacia su destino. Sin poder hacer otra cosa pedí hablar con el general al mando del puesto y, para mi sorpresa, me recibió enseguida y con la mayor cortesía. El citado Walter Valdiviezo escuchó con algún interés mi parte de situación y pareció condescender ante las insinuaciones: no convenía sobrevolar por ahora la zona de los tagaeri para no exacerbar sus ánimos, sería bueno poner en funcionamiento el control del Tigüino de forma que no se amontonaranpor allf los moscones de distintas procedencias, hay que reiterar a soldados y colonos la prohibición de entrar a tierra huao, no son momentos para malos encuentros con gente enojada. Por fin, no estará de más insistir en desalojar a los invasores de río abajo. El general dijo que teníamos los mismos pensamientos, lo cualme pareció muy honroso dados mis antece– dentes militares; él se había adelantado y ya estaba en ello. Por una falta de entendimiento, tan frecuente en estos climas, no pude conocer a media mafl.ana noticias desde Tigüino, donde Roque y Josef pechaban con las obras de misericordia: consolar alos afligidos, dar ataúd al caído, contener al furioso. Los tiempos adelantan que es una barbari– dad, a Carlos ya no le basta su hamaca para un buen entierro, querían encerrarlo tan bien como aun cohuori. Para ese rato todos los huaorani de los alrededores sabían la noticia e iban llegando para la despedida. Por lo que sabemos se volvió a hablar de lanzas en el velorio, al calor de la ira aparecieron también otras venganzas ~oterradas. Incluso Olga, mujer del patriarca, tuvo que oír de nuevo cómo labios poco amistosos la tachaban de quichua y extrafia. Babe le comentó, si los tagairi me matan, usted váyase al Puyo con sus hijos. Pero eso fue por la noche, antes el patriarca furioso ideó una última estrategia moderna. Exigió a Josef el carro y partió a negociar con el general enCoca; parami desgracia yo había salido ya yno pudepresenciar 142

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