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del bosque, al extremo del patio, subidas a un palo tumbado para poder ver, mas en cuanto asomó a la puerta Domingo volaron como pájaros. Aunque la muchacha se limitó a gritar a los de afuera, nosotros entretanto comimos mono, yuca, y nos servimos chicha del abundante masato que allí encontramos. Omatuki no nos dirigió la palabra. Era esta una casa distinta de la de nuestro asalto anterior, aquella la quemaron y abandonaron, ésta era nueva, estaba más adentro en el monte. Antes de llegar vimos chacras con plátanos, yuca, camote. Dentro vieron tres saquillos llenos de cosas que les había dado la compañía. Aguantamos allí hasta la una de la tarde, sentíamos a las mujeres tagairi muy cerca, pero no querían venir. Se iba haciendo tarde para llegar a la canoa y Carlos insistió en que saliéramos ya. Cuando nos fuimos Omatuki aún quedó gritando al monte. 16. El guerrero barbado Caminábamos tranquilos en el mismo orden que a la llegada. Casi una hora después llegamos a un punto donde el camino se empina sobre una loma, es un pasaje muy cerrado. De improviso, detrás de unas palmas, surgieron dos hombres con lanzas; uno era joven y llevaba cuatro que no utilizó. En cambio el otro, aunque sólo llevaba una, se arrojó gritando sobre Carlos, lanceándole de arriba abajo, como a unos dos metros, con grandísima furia. Carlos no pudo usar su escopeta pues con el impacto se derrumbó hacia atrás, esa lanza había atravesado su vientre y roto su punta contra el hueso (pelvis). El asaltante era un hombre con mucha barba, sin huecos en las orejas y sin gumi. Porunmomento se quedó parado ante Carlos, gritando, viendo el efecto de su ataque. En un instante ocurrieron muchas cosas. Las mujeres gritaron, ¡por qué nos matas, somos familia vuestra! Al oírlas Ike disparó al aire, al tiempo que todos corríamos hacia delante, pero ellos son mucho más rápidos, saltan como pájaros y a pesar de nuestro esfuerzo se perdieron en el bosque. Cuando yo vi a Carlos lanceado sentí una gran rabia y quise matar a uno, pero no creo que mi tiro les alcanzase, estaban lejos, todos corríamos y ellos eran como venados. 140

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