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adolecente, sentí al amanecer como una pomarrosa madura que va perdiendo su piel sonrosada y queda esta mañana nueva, fresca, húmeda y blanca. Puedo jurárselo, la mañana se había disfrazado de pomarrosa. Incluso ahora pueden sentirse los perfumes nadando en el aire como pececillos. Por su parte el Napo sigue su camino tan discreto y silencioso; por cierto igual que el Sr. Pimbo quien por no hacer ruido no trabaja, aunque me saluda muy sonriente. Este momento está tan lleno de vida como de hastío. Ya se dijo que el paisaje no es más que un estado de conciencia. -No hay nada, creo; sólo lo que Vd. ve. - Gracias. Posiblemente en Limoncocha tendré mejores instantáneas. - Así ha de ser. Tenga un buen viaje. Chao. Lo veo irse. Decidle a Juan lo que habéis visto y oído: quienes tienen buenos ojos, cámaras y videos, no ven; disponiendo de buenas piernas y salud, no caminan; apesar de semejantes orejas y micrófonos incorpora– dos, no oyen; son todos políglotas, pero no pueden comunicarse. Y benditos quienes creen en todas las propagandas turísticas porque se irán sin enterarse. LA MARABUNTA Hay una hormiga ("tamia añango", hormiga de lluvia) que vive en forma de plaga egipcia. Millones de ávidas bocas caminan por la selva de una forma aparentemente errática buscando comida; frente a ellas la experiencia indígena recomienda una eficaz fórmula defensiva: dejarles paso y esperar. Durante un rato las casas pueden quedar embetunadas por una suerte de brea movediza, crepitante; después esa invasión sigue su curso. No dejarán en la vivienda ningún alimento que pueda ser digerido por su ferocidad: vianda humana, insecto o reptil, nada escapa a esa plaga que solemos llamar marabunta. 12

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