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Pero sería injusto no resaltar el esfuerzo desplegado, muy por encima de todos los demás misioneros, por Lino Tagliani. De él recordaré pocas cosas, desgraciadamente todas buenas (cual– quier intento literario resulta más brillante explotando el lado oscuro). Tiene la manía de dejar amigos por donde pasa, por tanto los huaorani lo recuerdan hasta hoy; dentro del Vicariato fue el primero, también el único a la fecha, en visitar todos sus poblados, estuvo además muy cerca de la mismísima casa de los tagaeri. Realizó entradas de mucho riesgo, y como en un circense más difícil todavía, las escribió en sus informes, pero como ellas merecen capítulo aparte se lo reservamos con mucho gusto. En su recorrido por el Tigüino, Hueiro (Cononaco) y Mencaro encon– tró las trochas tagaeri, recorrió sus pasos, llamó a sus ecos, todo sinmayor éxito. Ahora Babe, quien le acompañó en esa travesía, subió cuatro vueltas más por el Mencaro y se topó con el camino auténtico. 8. Instinto civilizador Por qué Babe ha insistido tanto en dar con el resto tagaeri, es la pregunta del millón. De pronto se convirtió en un agente civilizador que arrasaba todas las objeciones; esto último puede entenderse pues es sujeto que, sin veleidades monárquicas conocidas, hace siempre su realísima gana. Pero, la razón que lo impulsa me es desconocida. El hecho de tener familiares dentro del grupo no parece suficiente, aunque él insista en ello. Ya vimos cómo el grupo tiene sus sangres tan mezcladas y barajadas entre sí que una buena parte del resto huaorani resultan parientes, el que no tiene de inga tiene de mandinga. ¿Será por quitarse de la vecindad unos prójimos poco dados a las relaciones sociales o pretenderá además extender sin peli_gro su territorio de caza? Kemperi dijo como al descuido que el grupo contaba con chicas muy bonitas, ¿será un impulso estético? El caso es que el hombre emprendió hace unos meses una partida de ocupación a partir de los senderos descubiertos durante la caza. Los misioneros creyeron en su buena voluntad; Babeles prometió ir como un pacifista, sin armas, hecho un Lanza del Vasto. O sea el lobo de 128

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