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sitio interiordonde los recursos enpesca serían tanescasos?, ¿cómo es que jamás nos hablarían los cronistas de aldeas fuera de las referidas ala gente de río grande? Pero en este reino hay lugar para cualquier explicación; no sólo me contesta sino que incluso salgo sobrado. Al fin, curioso por comprobarlas sutilezas científicas en la descubierta arqueológica, me fui a su campamento base. Al llegar allí me topo con Jacob, mi vecino, ejerciendo de patrón y guardián del recinto. - ¿Quieres ver las tonteras que recoge esta gringa? - Bueno, pero ¿no se molestará si tocas tú eso? - ¿Cómo va a enfadarse si no va a saberlo? Mira. Y con la mayor desenvoltura saca de una arqueta varios saquillos de lienzo cuidadosamente catalogados; antes de que pueda decirnada, vuelca su contenido sobre una mesa y revuelve con esmero los fragmentos cerámicos. - ¿Y ahora cómo sabrás dónde estaba cada pieza? - ¡Chuta, cierto! -se le ensombrece por unmomento a J acob la sonrisa, pero de nuevo su mente resplandece con la solución-, ¡pero qué va a saber esta gringa donde estaban cada una de estas pendejadas ! Verás cómo no conoce nada. Después camino por tierras bajas entre ellndillama yelNapo; cuarenta minutos más tarde doy con una planicie algo elevada donde la doctora trabaja con su cuadrilla de cavadores pompeyanos en el trayecto prepa– rado para lo que será la carretera petrolera. Cada cincuenta metros hace cavar un hoyo de 60 cms. de profundidad y40 de boca. El runa debe sacar la tierra en capas de 10 cms. de espeso-ry desmenuzarla con los dedos para comprobar si existen restos de actividad humana. La doctora se encuen– tra muy halagada con la colaboradora servicialidad de los indios que no dicen no a nada. - Estos muchachos son excelentes, parecen reservados, apáticos, pero han aprendido con mucha rapidez y -ríe- pronto serán expertos. 116

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