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advierte por último: - Ahora vivimos 10 días, los demás trabajamos. Justamente hoy les tocaba fiesta, pero no sé qué pasaría, los hombres no asoman. Por mi parte aflojo luego las riendas de las preocupaciones ocupado como estoy en dar con la postura propicia sobre los tablones de cedro, oficio estemuy sufrido, pues no es sencillo encontrarles la gracia. Cuando ya tengo los lomos tan baldados que podrfa roncar en una cama de faquir, rasguea la guitarra y se oyen voces jacarandosas. ¡Ele la grasia!, son las dos de lamañana y sereno. Llega el costillar entero de Barbarita, vale decir su esposo y natural señor, arrimándose a las paredes y, a falta de ellas, recorriendo una vfa dolorosa de tropiezos y cafdas. De Cirineo hace su cuñado, guitarreando, pero con la lengua también demasiado gorda para afinar mucho. - Llegó mi marido -dice, por si hiciera falta, la solícita aldonza acudiendo en auxilio de los achispados y, a su vez, reconviniéndolos: ¡No molesten, el padrecito está durmiendo en casa! Qué dicha. Irrumpen los naturales como caballo en cristalerfa; se nota al amo cargado delantero y con muy mal trago. - ¡Ningúnpendejo va a usarmi casa si no saluda conmigo y me guarda respeto! No hay hombre cuerdo con tamaña moscorra, por tanto estamos ante una alegre disyuntiva, o nos metemos entre pecho y espalda cuanto brinde el mayordomo o nos echamos al monte con estos pelos. Es aquí cuando la caridad cristiana nos urge a compartir el jarro de forma tan comunitaria que todos acabamos arrastrando las erres. Como no podía ser menos, ofmos de nuevo su propia fábula, un caso marxiano: saliendo de la pobreza, después de grandes esfuerzos, están escalando las más altas cimas de la miseria... Así nos sorprende el amanecer. Desde la casa no se ve el rfo, oculto en niebla dorada; quizá de manera semejante cubre la conciencia de estos indios la bruma del desconcierto. 106

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