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del individuo y alientan su autonomía, actitudes que, de momento, se juzgan algo contrapuestas a la nota o rasgo peculiar franciscano-capuchi– no de la fraternidad. No se llega a percibir el alcance de este proceso evolutivo frente a ciertas prácticas individualistas del pasado, como pudieran ser el silencio, el retiro en soledad, la penitencia particular~ cuando la vida y la espiritualidad ofrecía y sigue ofreciendodiversa gama de formas ascéticas en el ejercicio del amor mutuo. Nuestra sociedad acepta y entiende el reto que suponen estos cambios. Por ello advierte que el individuo se hace verdaderamente libre cuando vive en instituciones autónomas y no cuando se aísla de ellas. A las Constituciones de los Hermanos Menores Capuchinos, en particular, al capítulo VI: "Nuestra vida en fraternidad", le agradece– mos que presente toda una tradición bíblica y franciscana de convivencia o fraternidad. Le pediríamos no olvidara la realidad de unos cambios de valor y carácter psicológico que hacen que se conciba nuestra vida asociada en fraternidad, de forma tan distinta de la que pudo ser y darse en aquel pasado de los siglos XII y XVI, en los que tuvieron su origen el franciscanismo y, luego, la peculiaridad carismática capuchina. 79

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