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Si en el punto anterior se nos ha descrito la dimensión teológico mística de la pobreza, en el punto 5 de la constitución 59 se nos da esa misma dimensión en su versión dinámica: disponibilidad de amor, conformidad con Cristo pobre y crucificado que ha venido a servir y estimular la solidaridad, providencialmente en el mundo, como el actual, paradójico, abundante en riquezas y no escaso en miserias 46 • Las Constituciones vuelven luego sobre el tema de la solidaridad, como veremos inmediata– mente, al reflexionar el número 60. La pobreza, nota característica del franciscanismo y distintivo pecu– liar del capuchino, es vista como algo interior, pobreza de espíritu. Visión y actitud que hoy son entendidas mejor, gracias al avance en las investi– gaciones bíblicas, en la espiritualidad franciscano-capuchina y también en la psicología 47 • 46 Cfr. Gaudium et spes, 63 ss. "El problema central del Nuevo Testamento no es la pobreza, sino la riqueza. Y en este sentido, es de capital importancia llegar a comprender que la insistente advertencia de Jesús contra la riqueza no responde a una motivación de tipo social, sino que se deduce inmediatamente de su relación a Dios. La riqueza no puede interponerse entre Dios y el hombre; no puede constituir para el hombre la garantía suprema y definitiva contra su angustia vital, porque eso, en última instancia, no puede serlo más que Dios. Por tanto, si se quiere entender la "pobreza" como la entendió Jesús, es decir, como expresión de redención -y ante todo, no para los otros, sino para uno mismo-, no se podrá prescindir de ese fondo de angustia existencial. La experiencia decisiva, en el sentido que le dio Jesús, no es "tengo que abandonarlo todo en favor de otro", sino "tengo que ser pobre". Desde esa perspectiva, no será dificil entender la pobreza evangélica como un "modo de ser" que está exento de toda deformación neurótica. No cabe duda de que este punto de vista supone el fin de cualquier clase de interpretación de la "pobreza" en sentido material, es decir, como categoría meramente "funcional". Aparte de que sólo así se pueden centrar los tres consejos evangélicos en la cuestión verdaderamente nuclear de la vida humana a todos sus niveles y en todas las fases de su desarrollo, la experiencia del miedo óntico, de la angustia vital constitutiva del ser humano". DREWERMANN, o.e., p.608-609 donde continúa hablando de la pobreza y finitud, muerte y enfermedad, deseo de servicio... 41 Se nos permita citar de nuevo, a Drewermann, cuya visión y propuesta terapéutica resulta bastante dificil de comprender: "En cualquier caso, el problema no está en una "pobreza" material, sino en una determinada forma de "riqueza" que sólo trata de ocultar una gran pobreza interior. Hace años ya que Walter Dirks desarrolló este mismo significado de la pobreza evangélica en su libro La respuesta de los monjes, en el que caracteriza a san 103

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