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46 Limpias salieron de tus limpias manos, una a una, las cosas que creaste. Nosotros las manchamos. Somos hombres y nos cautiva serlo. No tenemos envidia de los ángeles que no despluman sus alas ni las manchan. Nos arrastran el riesgo y la aventura. Nos hacemos y hacemos los mundos que soñamos porque la libertad es nuestro privilegio. Ebrios nos pone tener ante los ojos para elegir muchos caminos. Pero la libertad nos amenaza. Con esa suciedad que mana desde dentro y que al salir atufa, así me siento sucio. Sacúdeme, Señor, como a una alfombra y ponme el alma expuesta al sol y al aire en la ventana. La espuma hirviente y rugidora desgasta y se introduce en las rendijas y agujeros de las rocas de los acantilados. Así, Señor, se meta hasta limpiar mi corazón la espuma de tu misericordia.

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