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ni ayuda para la comercialización de sus productos. Una mayoría de muy bajo nivel de vida al lado de la exigua minoría de petroleros o agroindustriales nadando en la abundancia. En fin, una sociedad de aluvión, que no acaba de adquirir plena legalidad democrática, regida por autoridades donde la venalidad, ignoran– cia y corrupción no son excepciones. Por otro lado están los indígenas, acosados por esa avalancha social, técnica, política. Los indígenas cuya cultura tiene una piedra fundamental, la posesión comunal de la tierra ahora expuesta a la rapiña de los nuevos conquistadores. El tema de la tierra, el derecho sobre la misma. su posesión y explotación justa. sigue siendo el tema gravitante de estos años. Los misioneros participan en todas las luchas, organizan incesantes campañas de reflexión-acción en una y otra zona. tratan de fortalecer las organizaciones tanto indígenas como colonas para que pongan algún orden y justicia en este caos. Presionan también en el interior de la Iglesia invitando a los demás Vicarios amazónicos a una reflexión-acción conjuntas; de esa manera surgen las reu– niones Vicarios Apostólicos-agentes; durante más de un año re– cogen las reflexiones de las iglesias locales y elaboran el primer documento regional ecuatoriano sobre la tenencia de la tierra. Este pronunciamiento fue reformado por orden de la Conferencia Episcopal, desvirtuado y publicado en un tono muy distinto. En todo caso queda como testigo de una lucha socio-eclesial de fuerte impacto, con momentos de especial dramatismo y violen– cia. No le fue fácil a la misión situarse en una lucha donde los muertos se contaban siempre entre los pobres, fueran indígenas o colonos. Es preciso. además. añadir una particular faceta dentro de esta situación; es la defensa del territorio de las minorías, sobre todo del pueblo huaorani. Se puede notar una clara evolución en el pensamiento misionero en torno a este tema. En la década del 60 "los feroces aucas atacaban a los pacíficos moradores de Coca"; 56