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cultura y necesidades de cada país, se valora en mucho la especi– ficidad latinoamericana; continúa el forcejeo, característico entre nosotros, entre las tendencias proclives a la vida orante y hasta eremítica con las volcadas a la acción. En los últimos años se hace memoria de todo el ciclo misionero franciscano desde la conquis– ta, queriendo con ello elevar la escasa pujanza actual, debida en buena parte a la escasez de personal. 2. Líneas de acción 2.1. Jesús Langarica había llegado a Ecuador en 1951, tres años más tarde fue nombrado Custodio Provincial; en 1958 vino a la misión de Aguarico como Superior Regular, más tarde estuvo al frente de todos los capuchinos de Ecuador en el trienio 1966- 1969 en que se unieron misión y custodia. Cumplió su cargo de Prefecto entre 1970 y 1982 en que renunció. Con esta decisión se presenta en la Prefectura la necesidad de nombrar nuevo superior eclesiástico; los capuchinos piensan que llegó la hora propicia para dar el salto hacia el régimen de ius mandati. A fin de conseguirlo, proponen la elección de un obispo ecuatoriano, que podría asumir la responsabilidad con ayuda de un equipo, quitando así el carácter de extranjero a la iglesia de Aguarico y pasando los capuchinos a formar un grupo que comparta la responsabilidad de la nueva diócesis. Pero la Sagrada Congregación se contentó con elevarla a Vicariato e hizo nom– brar un Vicario capuchino. El signo de disponibilidad -pasar de dirigentes a simples colaboradores- ofrecido por el Definitorio General no fue aceptado. Se da un paso adelante en el proceso hacia la diócesis, al mismo tiempo se da a entender que falta todavía mucha tarea por realizar. Cuando en 1987 muera el Vicario Alejandro Labaca, se reanu– darán esos intentos por parte de los capuchinos. Curia General y misión solicitan el nombramiento de un obispo ecuatoriano, tampoco serán atendidos y tendremos otro capuchino de Vicario, Mons. Jesús Esteban Sádaba. Jurídicamente seguimos en el régi- 52

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