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ciones pastorales. Se inicia una escuela indígena de catequistas y se planifican otros centros buscando una capacitación mayor, ahora posible gracias a los jóvenes educados en los internados o escuelas fiscomisionales. La irrupción avasalladora del petróleo, los colonos y, en menor grado, otros fenómenos posteriores como la agroindustria o el turismo, amenazan la raíz de la vida indígena, o sea la tierra, los recursos naturales, en suma su misma cultura. Los indígea-as, recién salidos del esclavismo de las haciendas y aún bajo el patemalismo de los misioneros, encaran desconocidos problemas de integración; incluso su misma identidad cultural es puesta en cuestión, al tiempo que afrontan el expolio de sus territorios. Otra vez, aunque en circunstancias diferentes, los misioneros van a ser su más firme baluarte. En primer lugar están realizando por esos años una autoevaluación de su trabajo muy severa. Los agentes religiosos se ven criticados acervamente por los antropó– logos y otros estudiosos sociales que los acusan de promover o, al menos, de participar en la destrucción de los pueblos indios; saltan al tapete palabras casi desconocidas como etnocidio, geno– cidio. Dentro de la revisión misionera de 1970 se decide mantener todavía los internados, aunque las líneas preferentes de acción vayan por otro lado y aquéllos no tardaron mucho en desaparecer. Ahora se exigen a sí mismos una diferente mentalización y preparación, se insiste en vivir cercanos al indígena, en el apren– dizaje junto a ellos, se pide atención especial a las minorías étnicas. En suma, se trata de una década en búsqueda. En la Convec de 1980 Alejandro insistirá en una misión a la inversa, los misioneros deben dejarse evangelizar por la revelación conteni– da en los pueblos indios; pide encarnación en las culturas nacio– nales, recomienda la pluralidad y autonomía de las iglesias locales sin caer en un absurdo mimetismo. Más que un cambio de lenguaje, se trata sobre todo de una profunda revisión de métodos pastorales, incluso de una conver– sión radical donde al misionero se le pide, como a Nicodemo, volver a nacer dentro de otra cultura. En la naciente metodología 37

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