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des de los documentos, verdaderos detonantes de la evolución dentro de la vida religiosa. En la aplicación de muchos de sus conceptos (apertura, diálogo, secularidad, socialización, valores humanos, compromiso temporal...) se darán dentro de la Orden la oposición y el choque. Para algunos resultaban motivos para derribar el edificio, otros no aceptaban apartarse de nuestra forma de vida; en un terreno intermedio, la mayoría de los frailes trazaban un camino nuevo en tiempos difíciles. ¿Cómo no iban a surgir la dificultad, la desorientación y la contradicción, cuando se estaban sometiendo a revisión realidades supremas como revelación, teología, iglesia, ecumenismo, libertad religiosa, culto, realidades temporales, etc.? La Orden entró en un período de profunda reconversión hasta promulgar las nuevas Constituciones en 1968. Haciendo memo– ria de algunos indicadores podemos señalar para esos momentos: el abandono de elementos inconfundibles para la estampa externa del capuchino; la observancia regular deja de ser un componente sagrado en la vida religiosa, con la desaparición de prácticas con– templativas o cultuales y otras muchas exigencias disciplinarias; la misma urdimbre de la forma capuchina queda transformada; nueva interpretación conceptual y práctica de los votos, sobre todo en lo referencia a la obediencia y la altísima pobreza... Con todo ello podemos rememorar la tensión iconoclasta en la década de los 70, con una puesta al día general y, como no podía ser menos, con su alta cuota de abandonos. La Orden se dotó de organismos propios para conducir este difícil proceso, tales como el Consejo Plenario (tuvo importancia singular para nosotros el de Quito (1977), con temas de fraternidad y pobreza) y, dentro de nuestra propia jurisdicción latinoamericana, Convec, Alac. Finalmente vale acotar uno de los temas principales de Mattli (1978), de singular importancia para nosotros, que fue analizado en diversas reuniones de la Convec, por ejemplo, en su undécima asamblea de 1980. Se propone una nueva manera de cooperación misionera en la cual, después .de habernos responsabilizado de la implantación de iglesias locales, pasáramos del ius commissionis 33

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