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mismos o, al menos, irremediablemente atrasada en sus reaccio– nes. No así durante estos años de los que nos ocupamos, pues la Iglesia aparece más en ebullición que el propio mundo donde vive. Ya vimos al considerar el contexto global cómo los movi– mientos producidos a partir de una sensación de crisis social general llegan también a la institución eclesial, sobre todo cuando el Papa Juan XXIII decide tomar el pulso al mundo, ponerse al ritmo del tiempo o, en sus palabras, quebrar el divorcio entre fe– cultura, a su entender la gran herejía del momento. Por supuesto no se trata de una invención papal si bien se tiene la impresión de que se atrevió a afrontar cuestiones viejas, pendientes. Baste recordar al respecto algunos datos de la agitada situación preconciliar. Así el te"emoto causado por los nuevos estudios bíblicos con avances exegéticos incalculables, al tiempo de las innovaciones sustanciales en la liturgia; en otro sentido la apertura al modernismo, a las ciencias positivas, etc. Abramos la Iglesia al viento del mundo, decía el Papa en medio de unos días convulsos; tal fue el desafío del Vaticano Il cuyas consecuencias eclesiales no será necesario recordar. Para nuestro propósito nos basta recoger algunas de las iniciativas allí surgidas en tomo a la tarea misional y a la renovación religiosa. 1.4. Los grandes cambios del continente y el impulso renova– dor del Vaticano Il situaron a los misioneros ante una triple urgencia: reconocer los signos de los tiempos, pensar de una manera nueva y buscar la renovación pastoral. No era un progra– ma sencillo; a la dificultad de las cuestiones planteadas se unía su carácter de urgencia dentro de un clima apasionado por los cambios. Había una cuestión de fondo. El cristianismo, forjado en el contexto sociocultural del área mediterránea y después identifi– cado con el mundo europeo occidental, se presenta casi hasta el Vaticano Il como un canon inmutable, un patrón universal. Era difícil distinguir dentro de él entre adquisiciones culturales y datos revelados, muchos rasgos de la cultura eran presentados como artículos de fe. Total, fuera de la Iglesia (occidental) no hay 30

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