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las necesidades imperiosas de los inicios. Los siguientes años, coincidiendo con la revitalización religiosa en tomo al Vaticano n, serán de gran efervescencia interna, produciéndose en esa segunda etapa cambios significativos. Por otro lado se optó por una independencia respecto a los hermanos residentes en la Custodia, en favor de sus muy distintas actividades y para favorecer la evolución característica de cada grupo. No faltaron, por cierto, interferencias entre ambas, así como voces pidiendo una reunificación; ésta se dio por una corta etapa, 1966-1969, pero veremos cómo no pudo cuajar en ese momento. Acaso una de las razones de fondo para adoptar esta fórmula proviene de una virtud eclesial que ha tenido en grado evidente el grupo de misioneros capuchinos hasta el presente, virtud no tan fácil de compaginar con ciertas necesidades inter– nas. Se trata de haber tomado con total entrega su papel de enviados, de misioneros, saliendo no sólo de su patria, sino, en parte, de cualquier necesidad propia, institucional; la prioridad concedida a la fórmula del ius commissionis, por la que acepta– ban la responsabilidad total de la evangelización e implantación de la Iglesia en la zona confiada pesó decisivamente sobre los frailes. Por fin, en el aspecto del personal hay que reseñar la valiosa colaboración prestada por el Comisariato de Argentina con dos religiosos durante los años 1960-1964, presencia que no pudieron mantener. 3. Gestos proféticos Volviendo ahora la vista atrás sobre esta primera etapa, pode– mos observar una larga serie de acciones significativas, alguna de ellas recogidas en las páginas anteriores. El hecho mismo de aceptar la misión, el tratarse de religiosos que se ofrecen para un trabajo difícil que los colocará, en variados sentidos, ante una situación fronteriza, en el límite de su resistencia física o cultural, todo eso tuvo un indudable valor profético en el interior de la 24
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