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todavía como deprimente: "el Estado, con excepción de los cen– tros de salud establecidos en los repartos y comandos militares de frontera, para la población civil ha creado sólo un lugar de sanidad en Nuevo Rocafuerte y ha desarrollado la campaña anticlárica. Toda la responsabilidad la ha asumido la misión capuchina" (UCQ, p. 90). De todas formas, este estudio aporta aún datos preocupantes, como ese 36% de mortalidad infantil hasta los 5 años, incluso alcanzando en 8 núcleos indígenas más del 60%; sólo un 5% de los habitantes superaban los 50 años. Pese a todo la población au– mentaba constantemente debido en gran parte a las nuevas condi– ciones de vida creadas por la misión y, más aún, a la asistencia sanitaria que redujo las tasas de mortalidad. En 12 años el crecimiento fue de un 6,03%. 2.9. Los capuchinos llegados a misionar a las selvas orienta– les se encontraron en unas circunstancias físicas bien lejanas de las conventuales, lugar ordinario de la Orden y, por tanto, caldo de cultivo de las normas de vida llamadas observancia regular. En cualquier caso ese mismo estilo se quiso imponer en la misión, aunque bien pronto se hicieron patentes ciertos cambios, unos casi anecdóticos como el nuevo color del hábito para mitigar los soles tropicales, o de mayor calado en el caso de las vacaciones en Ecuador o España alargadas en aras de una recuperación física o sicológica de los frailes. Muy pronto se dieron tensiones en torno a la infatigable casuística de una observancia regular, tan exótica como imposi– ble en este ambiente. Téngase en cuenta la dispersión de los frailes, pioneros forzados a severos trabajos en un medio hostil, comprobando cada día la escasez de efectivos para atender las demandas más imperiosas. Si en 1954 los religiosos fueron 5, la cifra fue aumentando hasta alcanzar el número de 15 a partir de 1961. Es justamente en esta fecha cuando aparece la preocupación conjunta por reorde– nar la vida fraterna, quizá hasta entonces demasiado esclava de. 23