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suceden, aparecen por doquier movimientos de contestación po– lítico-social y aun de guerrilla. Por el lado eclesial se da la preparación y realización del Vaticano II, así como el inicio del tormentoso postconcilio. Pero en el ámbito de nuestra misión todos estos influjos se dejan notar, sobre todo, en el siguiente período tal como lo reseñaremos. 2. Líneas de acción 2.1. Los capuchinos enviados en 1954 fueron cuatro, tres de ellos sacerdotes, uno con nombramiento de Prefecto y Superior Regular. Su primer trabajo fue el de conocer por sí mismos la parcela encomendada. Las exploraciones iniciales tienen un fuerte acento épico y no se hicieron sin grandes sufrimientos; quedan abundantes crónicas para testificarlo, incluso viven todavía los pioneros. A fines de su primer año los capuchinos tenían ya en sus manos los datos necesarios para la planificación de su trabajo. Por de pronto encuentran una población estimada en 2.650 habitantes divididos en tres grupos culturales, llamados según el lenguaje del momento: mayoría indígena semicivilizada 80%; minoría blanco-mestiza 3%; tribus en estado salvaje 17%. Eran, pues, muy pocos quienes dominaban a la gran mayoría. En una evolu– ción demográfica general, que alcanzó la cifra de 4.910 personas en 1966, los blancos pasaron de 80 a 310, es decir, doblaron su proporción (6%), no obstante seguir siendo exigua. Los misioneros no sólo hicieron el esfuerzo de conocer por sí mismos lo que consideraban su heredad; también proyectaron una serie de acciones para transformarla a imagen del ideal que profesaban. Sin poder ahora detenernos en la descripción minu– ciosa de cada una de ellas, anotemos las que a su juicio resultaron más urgentes o de mayor alcance. Veremos luego cómo esas elecciones repercuten en su vivencia religiosa y, en otro apartado, escogeremos, según la perspectiva que nos da el tiempo transcu– rrido, los momentos claves, o lo que viene a ser lo mismo, aquellas actuaciones que alcanzaron mayor significación y per– manencia. 14