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era sustituido por el padre Santiago de Sangüesa. El nuevo párroco fundó el Ateneo Juventus para los adolescentes y jóvenes e instaló el equipo de propalación para el barrio. El padre Atilano misionó en las sierras de Ancasti y en Punta de Balasto. El padre Santiago predicó Retiros al Clero y una docena de novenas en distintos pueblos de la parroquia de San Isidro. La devoción a San Roque era, en esa capilla, muy popular, y la fiesta patronal atraía a los devotos desde puntos lejanos de las sierras. Esta fue adquiriendo con el tiempo mayor solemnidad. El ensanchamiento de la pequeña capilla favoreció una mayor concurrencia de fieles y una mayor comodidad en la celebración de los cultos. Más tarde (1978) el templo sería declarado santuario. En nota para el Boletín Oficial, los religiosos hacen notar la necesidad de inculturación, es decir: de aceptar y adaptarse a la modalidad del pueblo catamarqueño, con su ritmo propio, su cachaza provinciana, su fondo de contemplación en contra del activismo de realizar muchas cosas, su temperamento abierto, sencillo y servicial, su sentido religioso profundo mezclado con elementos supersticiosos y mágicos, su inclina– ción por el culto a los difuntos, a los santos, a las imágenes y signos sagrados, su predilección por devociones como los novenarios y los largos rosarios... (Boletín Oficial, 1967). Hemos de notar de modo especial el trabajo misional realizado por los padres Marcelino Leyría y Atilano en las sierras, durante afíos de recorrer las dispersas poblaciones y viviendas diseminadas por las alturas del Ambato y del Ancasti, desde donde bajaban después de largos períodos para compartir con sus hermanos y tomar fuerzas para retomar la dura y sacrificada tarea de evangelización de aquella gente sencilla y olvidada. En el templo y, luego santuario, ejerció como párroco durante catorce afíos el padre Gabriel Magarián, quien dotó a la parroquia de dos hermosos salones para catequesis y Cooperativa de consumo. 59

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