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En febrero de ese año el padre Luis de Gulina tomaba las riendas de la parroquia. Joven. dinámico, emprendedor, músico, organista y cantor, de palabra fácil y florida, imprimió a aquélla su propio estilo. Dio impulso a las Congregaciones ya existentes, fundó la AMAC, instituyó el cine parroquial y mejoró el gimnasio. En el orden social, fundó el costurero para ayudar a las familias pobres y puso en marcha una escuelita para niños de edad preescolar. Su actividad preferencial fue entre los niños y jóvenes. Con éstos tomó contacto a través de la cátedra de Religión en el Colegio Nacional, y para aquéllos estableció la Congregación de nifíos de Juventud Cató– lica. Al padre Luis sucedió en 1951 el padre José María de Alsasua, de predicación austera y clara y una gran bondad. Podemos afirmar, en general, que el culto era solemne y muy concurrido por los fieles, entre los que había un acercamiento asiduo a los sacramentos. Era patente también la preocupación de las familias por llam.ar al sacerdote para atender a sus enfermos. Un religioso estaba especialmente encargado de visitar y administrar los sacramentos a los enfermos. En este ministerio se distinguió por su bondad proverbial el padre Estanislao de Etuláin. Más adelante lo ejercieron también con gran aceptación los padres Felipe de Mondragón, Tomás Fernández de Landa y Luis Elizalde. Se daba importancia a la predicación, ya en la homilía dominical como en las novenas de preparación a las grandes festividades. Se predicaba asimismo Ejercicios Espirituales para Religiosas. Estaba muy bien organizada la catequesis. La Comisión de la Doctrina Cristiana estaba compuesta casi exclusivamente por maestras y directoras de las siete escuelas que había en el ámbito de la parroquia. Habitualmente asistían amisa los domingos de cuatrocientos a quinien– tos nifíos. En las escuelas se enseñaba el catecismo después de las horas de clase, y todos los sacerdotes estaban dedicados a esta tarea durante más de dos meses, antes de las comuniones. 47