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ciarlos los confesores que, desde muy temprano hasta la noche, atienden a los penitentes en esos días de gracia. La atención ininterrumpida del confesonario ha sido y continúa siendo una de las características de Nueva Pompeya, constituida así en un lugar de misericordia y conversión. La espiritualidad promovida no ha sido nunca alienada, ni en el sentido de una espiritualidad separada de la vida, ni tampoco de una devoción "milagrera". Nunca se explotó la creencia popular de una Virgen "milagrosa". Aunque muchas personas testimonian acerca de milagros obrados en su persona o en la de familiares, han sido muy contados los casos presentados como milagrosos, y hasta podríamos decir que solamente uno, la curación de la Srta. Calvifio. La renovación Conciliar de la liturgia ejerció su influencia no sólo en la parte exterior del templo (se cambió el antiguo retablo de madera del altar clásico por un altar de mármol conforme a las nuevas rúbricas), sino que actuó en el interior del ministerio sacerdotal, en la predicación, en la espiritualidad propuesta. Un sentido de solidaridad con los más necesitados ha sido una de las consecuencias prácticas más inmediatas. Anteriormente habíamos co– nocido el presbiterio del camarín convertido en una alfombra de flores y velas llenando todos los rincones: promesas de los fieles a la Virgen. Hoy día han aprendido a emplear el dinero correspondiente en alimen– tos para los más necesitados. Los víveres y la ropa así recaudados son clasificados y embalados a través de una institución nominada "Misericordia y Justicia", y luego distribuidos entre más de quince centros del Gran Buenos Aires y del país que atienden a personas y familias carenciadas. De este modo se contribuye a despertar en la gente la solidaridad con el que sufre, haciendo viva la fe a través de las obras del amor. 28

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