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para los religiosos de España: En principio concedía la alternativa: si el ministro general era extranjero, en España gobernaría un vicario general español. Si el ministro general era español, residiría en España. De h~ho y en verdad, consistió en poner y tener al frente de los capuchinos de la península desde 1804un superior propio, desligado de la jerarquía romana de la Orden. No, no fueron las guerras de la Convención o de la Independencia, ni otros fenómenos sociales los que atacaron a la raíz de las instituciones religiosas; fue esta separación, "el cisma de Godoy", quien, como a golpes de hacha, fue destrozando y consumiendo a las órdenes religiosas. En concreto, se vino abajo la iniciativa de los Colegios de Misioneros, con el consiguiente golpe para el convento de Borja. Fueron tiempos de inquietud y de angustia, a los que se unieron el hambre y la peste de principio de siglo. Parecía un presagio de horribles catástrofes para el incipiente siglo 73 • Merece notarse que el primer Vicario general de los capuchinos de España procedía de la Provincia de Aragón: fue el P. Antonio de Calanda, aunque, anciano y enfermo, gobernó durante escaso tiempo a los capuchi– nos de la península. 73 Existe bibliografía sobre este tema, pero esperamos ver pronto la publicación de la tesis de J.A.ECHEVERR1A, Los capuchinos españoles en el siglo XIX, que analiza la repercusión de los temas capitales de dicho siglo en los capuchinos. 48
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