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P. Anselmo de Legarda.-Donostiarras del siglo XVIII 7 damas ofrecía a los galanes menos ocasiones de verlas que actual– mente. La vehemencia de los párrafos en que fustiga «tan insu– frible desvergüenzau es indicio del santo celo que devoraba el alma del hijo de San Igna,cio y de la gravedad del mal, aunque no fuese privativo de San Sebastián. CARNESTOLENDAS El sermón de las Cuarenta Horas le brinda ocasión para pintar el frenesí de los donostiarras en los días de carnaval, parango– nándolo con el furor báquico de los antiguos paganos. «No hay que arrugar las frentes, porque nada pondero, nada adelanto que no esté pronto a convencerlo. Sabido es que las fies– tas que llamaban Bac,anales, instituidas en honor o en obsequiti del dios Baco, gran presidente, o, por hablar en términos gentí– licos, numen tutelar de los glotones y de los bebedores, eran las más bárbaras .que estilaban los paganos. Tanto que hasta los mismos gentil'es de algún jui,cio abominaban de ellas [ ... ] Pues estas, estas mismas fiestas b8Jcanales son las que en estos dias de ,carnestolendas se renuevan en medio del cristianismo, y en la ciudad de San Sebastián, siendo asi que no tiene créditos de ser el pueblo más disoluto ni menos piadoso del mundo; antes por el contrario está reputado por uno de los más juiciosos, de los más modestos, de los más pios que quizá se hallarán en toda la Cristiandad. Con todo eso, lo dicho, di,cho. En San Sebastián, en San Sebastián se renuevan con .mucha especialidad en estos días a•quellas mismas fiestas bacanales que los propios gentiles trataban de inverecundas, de insolentes, de torpes, de intolera– bles, de profanas, de sacrilegas. Y si no, vamos al cotejo. Allí, durante las fiestas, habia comilonas, había glotonería, había bo– rracheras. Aquí también. Alli, durante las fiestas, había disfraces, había máscaras, había figurones. Aquí también. Allí, durante las fiestas, salían disfrazados hombres y mujeres, y andaban por las calles, ya separados, ya en tropas o en pelotones, hechos unos locos, unos atolondrados, y dando gritos descompuestos, como unos aturdidos. Aquí también. Alli, las tropas de enmascarados que se encontraban, andaban a golpes y a palos, unas veces de burla y otras de veras, sucediendo frecuentemente desgracias, muertes, tragedias. Aquí también. Allí, a la sombra del disfraz o de la máscara, s.e de,cían pullas, se cantaban sátiras, se grita– ban truhanerías, se proferían torpezas y públkamente se practi– caban insolencias. Aquí también. Alli, luego que las tinieblas de la noche tendían su oscuro manto, cre,ciendo la disolución hasta
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