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P. Anselmo de Legarde.-Donvstiarras del siglo XVl/1 5 traídos o con posturas indecentes, o lo convierten en lugar de citas. Fuera del templo pululan e:x;c,esos fugaces, como los del car– naval, y duraderos, como el olvido del ayuno y 1a murmuración. Abuso, eL' del ayuno, reprobable en todas partes, pero más en San Sebastián, por la proximidad de los herejes. A cuento de la murmuración, nos señala varios lunares me– nores. «Gran lástima es -dice (V, 193-194)- que una ciudad donde real y verdaderamente brillan cien virtudes cristianas, todas, todas se echen a perder con el vicio dominante de la mur– muración. con efecto, estoy bien informado de que éste es el vicio dominante de San Sebastián. No quiero decir que no estén avecindados en esta ciudad otros vicios, porque este puesto no se hizo para lisonjas. Quiero decir que ninguno hace los estra– gos que éste. Hay sobrada disolución en materia de torpeza; pero también hay, por otra parte, más honor y más continencia de la que parece a primera vista. Hay bastante glotonería en esas mesas; pero no cosa que por ella se arruinen las familias. Con– súmense muchos y muy preciorns licores; pero no se ven muy frecuentes 1efectos de la embriaguez, lo que acaso consistirá en que están las cabezas a prueba de trago, como a prueba de bomba. Gástanse al cabo del año bastantes barajas; pero no oímos que se pierd.an muchas casas por el naipe. Finalmente, hay otros desórdenes en San Sebastián, pero ni tantos ciertamente como en otras partes, ni tan universales en los vecinos de esta ciudad. ,que no haya uchos ,que se eximan de ellos. Mas del vicio y del desorden de l . murmuración, ¿quién será el que esté exento?» MAL TRAJEADOS, rece tal reparo, pues notoria es la tradicional afi– ción de los ipuzcoanos a andar endomingados. Mas no vamos a suponer que era del todo infundada la taicha. Censura el Padre Isla la vanida y ostentación mundana en el templo, y añade: «No por eso q iero decir que se ha de ir a la misa con desaliño afectado, ,con estudioso desaseo, o ,con traje descompuesto. Muy distante estoy de semejante l)ensamiento. Tanto se puede faltar al respeto qu se debe al santo sacrificio, por carta de menos, como por cart de más. Y ,creo que aquí se falta más por lo pri– mero que por o segundo. Ir a la misa en bata, en chinelas, con una basquiña al echada, y tal vez la más astrosa, con redecilla en la cabeza con el, cabello desgreñado, es una grande irreve– rencia. Y tant que en algunos obispados hay ex¡comuntón para

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