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P. Anselmo de Legarda.-Donostiarras del siglo XVIII 15, ginan muchos. Los huracanes violentos, las tem¡pestades terribles, los mares tan a1borotados y tan furiosos, como apenas hay me– moria de hombres, algo quieren de,cir.» (V, 27-6-277) Vivía y predicaba lejos, y seguían conmoviéndole las desgra– cias de Guipúzcoa. Y así, en Valladolid, en 1750, en la plática para la domÍnica quince después de Pentecostés, recordaba el desastre que debió de ocurrir el día de San Igna,cio: «S,e avisan de otras partes las fatalidades. Bien sabidas son las que causó en la Rioja y Guipúzcoa la furiosa tempestad del día 31 del pasado.» (VI, 232) CONCLUSION De todos eran conocidas ,ciertas relaciones del P. Isla con el País Vasco. Las que le unieron con los Caballeritos ae Azcoitia puso en claro don Julio de U11quijo. Desearía yo que el espigueo realizado en sus sermones contribuy,era a mostrar nuevos lazos entre aquel iflsuíta de alma óptima y el país natal de San Ignacio.

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