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14 P. Anselmo de Legarda.-Donostiarras del siglo XVlll llama Aytá ona, Aytá nagusia al abuelo en la lengua vascongada. Y yo también hallé en esta viva expresión el elogio más fecundo y la idea más sublime del abuelo de Jesús. san Joaquín, el Aytá. ona del verbO encarnado, y el Aytá nagusia de la familia divina. Es decir, el mejor abuelo del mejor nieto, y el mejor amo de la. mejor casa.> Tras larga disquisición concluye: «Y así, no sólo se le ha de llamar de aquí adelante a San Joaquín Ayta ona, como se llama a todos los demás, sino Ayta onagoa, como no se llama a nin– guno.> (V, 252) Conclusión que repite al final: «Pero, en todo caso, confe– sadme que no ·sólo es el Ayta ona, sino el Ayta onagoa de todos los abuelos.> (V, 260) OTROS RECUERDOS En un sermón de San Ignacio mencionaba das empinadas cimas de la escabrosa Guipúzcoa» (III, 260). Aplica donosamente a los hijos de San Sebastián la ruindad en las peticiones hechas a Dios. «Si el rey -dice (V, 224)- lla– mara a la corte a un hijo de San Sebastián y le dijera: ¡Ela! pide por esa bOca todo cuanto hay en todos mis reinos y sefiorios; todo es tuyo: honras, empleos, dignidades, tesoros, y hasta mi misma corona la partiré, si quieres reinar conmigo. Pide, habla. ¿qué di,ces?, ¿en qué te detienes? -Pues, Señor, yo pido a V. M. ocho •cuartos para sardinas, o que me mande remendar estos zapatos.» Entre las preocupaciones de San Sebastián cuenta la espera de los navíos de Caracas (V, 230). Teme un nuevo castigo de la ciudad: «arroyos de fuego voraz. que reduzca ,cuarta vez a cenizas a la ciudad de San Sebastián. asi como ya ha perecido casi toda ella tres veces con tres fatales incendios» (V, 304). El sermón de las cuarenta Horas termina con un párrafo que parece escrito en nuestros dias: «Sefiores, los mismos desórdenes que vió Isaias en Jerusalén, los está ahora viendo Jesucristo con sus mismos ojos corporales desde ese sagrado trono en san Se– basti'án. Las mismas cuentas que se echaban entonces aquellos locos, se echan también ahora muchísimos insensatos. La inun– dación del mar en que fueron ahogadas las vanas alegrías de aquella infeliz ciudad, que allí fué sólo metafórica, aquí puede ser muy verdadera, y nos ha estado amenazando todos estos tiempos con mayor peligro del que han imaginado y del .que ima-
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