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P. Anselmo de Legarda.-Donostiarras del siglo XVIII 13 en las iglesias, y aun no pocos que se han ausentado de San Se– bastián, no teniendo corazón para hallarse en la ciudad en un d.ia en que se hace esta melancólica justicia. Aun yo mismo, aquí donde me veis con este valor sobrepuesto, con este espiritu bien ajeno de mi natural ternura, yo mismo estaría bien ajeno de hallarme ahora en este puesto, de asistir en esta plaza, de dejarme ver en este trágico teatro, si no precisara a eso la obli– gación de mi Instituto, y si no me necesitara suavemente la triunfante virtud de la obediencia.» ELOGIO DEL VASCUENCE Lo encierra el sermón de San Joaquín, predicado en Santa Maria, en 1748. Consideraremos aquí al vascuence como un do– nostiarra más, pues quienes oyeron el encomio 10 recibieron, sin duda, con familiar regocijo. Manifiesta el predicador su perplejidad en la elección de los copiosos materiales o ideas suscitadas por el concepto de abuelo de Jesús. «Pem gracias -prosigue (V, 246)- a la fecundidad, a la expresión y a la propiedad de la lengua vascongada, que me socorre oportunamente para salir de este embarazo, determinán– üome ,casi sin libertad al rumbo que debo seguir.» Al desentraña11 la palabra «abuelo», tacha al latin, castellano, francés, italiano y portugués, de falta de proporción entre la voz y su significado. «Pero en el vascuence -añade (V, 247)- no es así. ,Supuesta la invención, que fué puramente arbitraria, de la palabra A11lá para significar al padre, no fué arbitrariedad, no fué voluntariedad, no fué capricho, sino elección de singular acierto, fundada en razón muy oportuna, llamar al abuelo, como se llama, Aytá ona, Aytá nagusia, que quiere decir padre bueno, p:1dre superior, o padre amo de la familia. Que por eso al amo de la casa se le llama Echeco nagusia; al prior, al guardián, al rector, al prelado de una comunidad, Aytá nagusia. Digo, pues, que oportunisimamente se le llama Aytá; nagusia, Aytá ona al abuelo, en la expresiva lengua del pais. Porque el abuelo que merece serlo, el que desempefí.a dignamente lo que significa este nombre, efectivamente es buen padre de sus hijos y de sus nietos, buen superior, buen amo de toda su familia y descendencia.» «Siendo, pues, evidente -agrega luego (V, 248)- que, por regla. general, los nietos no tienen mejores padres que sus abue. los, y que los abuelos son también los mejores amos y padres d~ sus familias, está encontrada la oportunísima ra;zón por que se
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