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8 P. Anselmo de Legarda.-Donostiarras del siglo XVIII lo sumo, si es que podía crecer más, ya en las calles, ya en las plazas, ya en las ca~as particulares, se juntaban hombres y mu– jeres y revueltos unos con otros, había la zambra, había la bulla, había los ,brincos, había los bailes indecentes. Aquí también.» (V, 266-268). AYUNO Le preocupaba singularmente. En el discurso doctrinal de la murmuración, al soslayar un tema que de fijo estaba en aquel momento en la mente de su auditorio, nos anuncia una nueva fase de la inaicababie batalla de don Carnal y dofía cuaresma. «Apuesto a que ya estáis todos asustados, pensando que voy a esgrimir contra los ayunos regalones, contra las comidas es– pléndidas, contra los pescados exquisitos, contra los vinos gene– rosos, contra las colaciones delicadas, contra los puntales y mu– letas con que por tarde y por mañana sostenéis los ayunos, ya con el chocolate, ya con el traguito, sin más necesidad que los melindres de la delicadeza o el antojo de la concupiscencia.» (V, 190). Luego nos informa de los escrúpulos de las personas timoratas de nuestra tierra en aquella época. «Estaráse el otro y la otra en la visita o en la conversaición tragando cristianos enteros, como si fueran guindas; no hará de esto ni la más leve aprensión, y vendrá el día siguiente a molestar al con:t:esor sobre si quebrantó el ayuno !l)Orque el choco– late estaba espeso o estaba claro; porque la tostada pesaba una onza o pesaba tres adarmes; porque en la visita tomó medio bizcocho o tomó un 1 bizcocho entero; porque en la colación comió ocho almendras, no habiendo de ser más que cinco y media.» (V, 192). En el discurso doctrinal expresamente dedicado al ayuno, arremete contra quienes escandalizan ali prójimo al intentar bur– lar la ley con pretextos ilusorios. «Vente todos gordo, colorado y rollizo;: vente que no faltas a concurrencia de diversión, a partida de placer, ni a función de entretenimiento; vente que comes y bebes como un lobo y que duermes como un zorro; vente entregado a ejercicios de fatiga, a la pelota, a la caza y a un perpetuo baile, como si 10 tuvieras por oficio. Para todo esto tienes fuerzas y tienes robustez; y sólo cuando se trata de ayunar, te acuerdas de tus males. Entonces vienen las destilaciones, entonces vienen las fluxiones, entonces las jaquecas, entonces las indigestiones.» (V, 328).

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