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4 P. Anselmo de legarda.-Desahogos cristinos en 1835 Y también Zumalacárregui te acompañará de la mano. La ambición rompe el saco: tú bien lo conoceras. Pues e.ras un Infante, ¿ qué podrías desear? Toda Es,paña está cedida (7) a ,servirle a María I~ahel, porque tiene otro modo de pensar (8) y sabe corresponder. No porque sea muje,r por eso no debe reinar; (9) pues la legí,tima causa es suya y no se la pueden quitar. También está la Alianza con otras demás naciones que de~ean venir a España (10) a batirse con los sulpadores. (11) En las mismas ideas y sentimientos abunda el copista de estos otros versos: ¿ Quién te ha metido a guerrero, siendo un hombre de regalo, metido entre sierras, como ,pastor sin ganado?' La montaña en tu palacio; el bosque, tu retiro: vuélvete a Ingalater.ra, que te cogerán los cristinos. ¡ Si tu hermano el rey beato, (12) (7) Por «decidida,>, probablemente. (8) No repa,remos en sílaba más o menos, ni intentemos restaurar éste y otros versos. Me hé limitado a corregir errores morfológicos y ortográficos. (9) '.Ell ser hembra no era óbice para reinar en Navarra, según tengo entendido. (10) sobre esto, véase Pirala, o.e., t. I, pág. 43'2. Y José María Iribarren, Mina y Zumalacárregui en la batalla d,e Larre– miar, «Príncipe de Viana», 4, 194'3, 4!64. José María Azcona hace una observación acerca de «1$- conducta de don CG-rlos cuando, én febrero y marzo de 1835, se vió amenazado por la inter– vención de Francia e Inglaterra, y le aconsejaron que cejase en su empresa». (11) Por «usurpadores». (12) En el original, «rey el beato».
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