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2 P. Anselmo de Legarda. -Desahogos cristinos en 1835 extravagante viarjero guiado por el Capuchino (2). Este le informa previamente (3) de la desgracia del boticario, cuyo palomar había sido pasto de la voracidad de los. cristinos, enemigos hasta de la guitarra y botes medicinales del carlista. Luego dice el propio Pedro de Arizmendi (4) ,con cierto wgullo: "Los cuatro muros y el techo de mi casa quedan todavía para recibi– ros. Esos pillastres de peseteros me han mandado decir que la que~ ruarán sin falta la primera vez que vuelvan a Lesa.ca, No faltaría más para su alegría ,que cogerme vivo." Si tan mal les fué a la's •palomas y a la guitarra, no ,cabe duda que la desgracia les alcanzó a los libros del farmacéutico. Unos, debieron de perecer en el fuego y otros dispersarse. Entre los dispersos cuento a uno que ha caído en mis manos: Flora Española o Historia de las plantas que se crían en España, Su autor, don Jo,seph Quer, cirujano de S. M.... tomo tercero. Madrid, J. Ibarra, 1762. Mi conjetura estriba en lo escrito en su anteportada: "Este tercer tomo de ,la Flora Española sirve para el uso de don Melchor de Ariz– mendi, boticario de la villa de Lesaca. A 20 de junio del año del Señor 1813." Melchor sería padre o pariente de Pedro, heredero de la botica y librería. No me he puesto a investigar,lo para afirmarlo rotundamente. Un grupo de cristinos cayó ,sobre el tomo de la Flora e iluminó el envés de sus láminas con los colores chillones que vamos a contemplar. (2) Viaje a Navarra..., pág. 83 y siguientes. Quién fuera ese capuchino no es fácil decidir. Don Jo.sé María Azcona, Zumalacárregui. Estudio crítico de las fuentes históricas de su tiempo, Ma– drid, 1946, rpá,g. 108, aventuró la hipótesis de que «será Fray Fidel de Vera». Creo que 1t10 es aceptable. Sospecho que Azcona parte de la obra del P. Ilde– fonso de Ciáurriz, Capuchinos ilustres de la antigu.a Provincia de Navarra.– Cantabria, rvol. 2. 0 , :Pamplona,, 19216, pág. 268; y sigs. Armque en la obra de Azcona se equirvoca el nombre de pila dtel P. Fidel. Los ra;sgos espirituales de éste no casan con la descripción del estrafalario tragabalas de Chao. El ·apéndice del libro del P. Ciáurriz ofrece un buen 1t1Júmero de capuchinos de Vera profesos en táquella época. Por otra parte, la E::tadística General de la Provincia Capuchina de Navarra-Cantabria~Aragón.. ., Nmplona, 1928, en su pág. 108 nos brinda la famm~ conventual de Vera al tiempo de la expulsión de sus frailes, entre los ql\le figura un lego, Fray José de Vera. ¿Fué éste quien acompai;ó al sulietino? Más fácil se me figura la identificación del «aita Antonio», a quien saluda el guía de Chao, pág. 85 del Viaje. Imagino que se trata del capuchino P. Antonio de Vera, que profesó el mismo día que el P. Fidiel, padeció }e, exclaustración y falleció en Vera en 1887. (3) Viqje. .., págs. 91~92. (4) Viaje..., pág. 93.
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